viernes, 26 de diciembre de 2008

Starfighter, para que luego digan que jugar es perder el tiempo...

Ah, los años 80... tantos y tantos viejos y entrañables recuerdos... hoy nos volvemos a nuestro espíritu más cinéfilo para hablar de una película que vi hace ya alguna que otra década y que en su momento me encantó... y que no pienso volver a ver porque seguro que me decepciona.

Imaginad que sois un muchacho perdido en un pueblo (de USA, cómo no). Vuestro potencial es enorme, pero no parece que lleguéis a ningún sitio, la chica que os gusta no os termina de hacer caso, los matones del pueblo os tienen manía...

Sólo sois buenos en una cosa, en la máquina recreativa llamada Starfighter que está en el (único) bar de pueblo. De hecho, sois el mejor, tanto que nadie puede igualar ni de lejos vuestro récord.

Sin embargo, una noche conseguís el récord absoluto, una puntuación por nadie conseguida. Y aparte de las felicitaciones de tus amigos y conocidos, recibes una más que no esperabas.

Un Centauri, atraído por tu éxito, decide darse un voltio por la Tierra para reclutarte para su bando en una guerra sin cuartel donde los mejores pilotos de las aeronaves Starfighter luchan sin cesar.

Pues básicamente ese es el argumento de la película The Last Starfighter. Alex, el protagonista, tras lograr la máxima puntuación permitida por la máquina, es visitado por un extraterrestre para ser reclutado y luchar por la paz y la justicia en el universo.

Por supuesto, esta guerra le queda inicialmente grande y decide volverse a su planeta (la Tierra), pero una desgracia sucede a todos los pilotos disponibles (la base es atacada y destruída) y entonces sólo queda él como único piloto de Starfighter existente, aunque su entrenamiento sólo haya consistido en las partidas en la recreativa y nunca haya pilotado una nave de verdad.

Esta película nos recuerda lo complicado que era de verdad pasarse un juego de los 80, cuando las limitaciones de hardware hacía que los creadores de juegos tuvieran que estrujarse las meninges para hacer los juegos lo más adictivos y frenéticos posible. También habla de los tiempos en los que los videojuegos eran algo cool y no de frikis (si no me creeis, echadle un vistazo a la fiesta donde James Bond conoce "al malo" en Nunca digas nunca jamás).

En fin, gracias de nuevo por escuchar mis melancólicos recuerdos de una época que ya acabó y que nunca volverá. Nos vemos mañana. Y cuidado con los excesos de comida y turrón...

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