martes, 7 de octubre de 2008

El bueno, el feo y el malo (III)

TERCER ACTO

Steve Wozniak, o Woz como le gustaba que le llamaran sus amigos, no era un chico normal. Su intelecto era considerablemente superior a cualquier persona que le rodeaba, y las personas que le rodeaban eran en su mayoría los ingenieros de HP con los que trabajaba diseñando calculadoras científicas.

Eso le convertía en una persona peculiar. Desde que era pequeño se había sentido especialmente atraído por dos cosas: la electrónica y las bromas. Y si se podían relacionar, mejor.

Sin embargo, a diferencia de muchos otros genios, Woz era muy extrovertido y tenía infinidad de amigos. De él se podrían decir muchas cosas, pero nunca que le negara la ayuda a alguien que se la pidiera, en especial si esa ayuda tenía que ver con la electrónica.

Desde hacía años tenía un amigo con el que a priori no parecía tener mucho en común pero con el que, de alguna manera, conectaba perfectamente: Steve Jobs. Ambos se sentían muy atraídos por la contracultura y el movimiento hippie, y entre sus recuerdos están las tardes sentados los dos juntos charlando sobre música, discutiendo sobre a quién preferían, si a los Beatles o a Bob Dylan, llegando ambos a la misma conclusión: el bueno de Bob estaba mucho más comprometido con su música de lo que los Beatles han estado nunca.

Este amigo suyo, Steve, había vuelto recientemente de la India y estaba más raro que nunca. Desde luego seguía oliendo igual de mal que siempre, pero ahora veía el karma por todos lados (¡más incluso que antes!) y le había dado por llevar ropas indias. Sin embargo, había vuelto a su antiguo trabajo en Atari, la empresa de moda creadora del maravilloso Pong.

En Atari se había instalado una sala donde tanto los visitantes como los mismos trabajadores podían pasarse y jugar a los últimos juegos diseñados. Steve le había invitado a ir, así que prácticamente todas las noches las pasaba en Atari disfrutando de lo último de lo último, jugando hasta dominar los juegos, estudiando cómo estaban hechos, cuál era la lógica detrás de todo el conjunto. Steve puede que fuera aún más raro que él y posiblemente hasta una mala influencia, pero gracias a él podía pasar las noches en Atari y, por ello, ser feliz.

Un día Jobs le explicó una cosa que había pasado ese día en el trabajo. Su jefe, Nolan Bushnell había lanzado un reto a la plantilla y había sido Steve quien lo había aceptado. Los demás pensaban que era el suicidio de Steve y hasta se alegraban, pero si estaba en las manos de Woz ayudar a su amigo a salir airoso lo haría. Quien ríe el último ríe mejor.

El reto consistía en lo siguiente. El Pong estaba haciendo que Atari ganara dinero a espuertas, pero en sí el juego sólo se podía jugar con dos jugadores, uno manejando cada raqueta. Nolan quería un juego que se pudiera jugar en modo un jugador, que fuera el juego el que siempre te devolviera la pelota.

Lo que se les había ocurrido es crear un muro de ladrillos y hacer que al rebotar la pelota en tu raqueta y golpear un ladrillo este se rompiese. Si fallabas a darle a la pelota más de tres veces perdías la partida, y si conseguías golpear todos los ladrillos ganabas el juego.

El juego lo llamarían Breakout y Nolan estaba seguro que si se podía hacer con la tecnología de que disponían sería un éxito seguro. Sin embargo, en aquel momento la creación de juegos no es como ahora. No había ordenadores ni consolas, y cada estaba implementado en el hardware, de forma que hacer un juego no suponía coger un lenguaje de programación e implementarlo para el hardware que se tenga, sino que para cada juego había que diseñar la circuitería.

Los primeros diseños hechos por Nolan junto con Al Alcorn dieron una placa de un total de 75 chips, cuando lo normal en la época era de unos 50 chips por juego. Si tenemos en cuenta la capacidad de la industria de la época, lo que valía entonces cada dolar y que cada chip suponía un coste de fabricación de $100.000, suponía tener que contar con $7,5 millones para producir el juego, algo completamente imposible.

Así que el reto lanzado por Nolan Bushnell era muy sencillo: pagaría una cantidad de dinero por cada chip que se consiguiera reducir del diseño de Alcorn. Steve había decidido que ese era su proyecto y ahora estaba lo que comúnmente se conoce como enmarronado.

Jobs nunca había sido una eminencia en el tema de la electrónica, por lo que pese a que desde que estaba en Atari había mejorado mucho su nivel seguía sin ser lo suficientemente bueno como ponerse a mejorar un diseño de Alcorn. Pero sin embargo Woz vivía para esas cosas.

Desde que era sólo un niño había soñado con diseñar su propio ordenador y lo había construido cientos de veces en papel, optimizando cada vez más sus propios diseños. Como él mismo diría unos años después, seguía un método de reducción iterativo, de forma que cada vez que terminaba un diseño volvía a mirarlo desde el principio, a ver si podía prescindir de algo más, y sólo cuando ya no conseguía quitar nada más es cuando se daba por contento.

Así que cogió el diseño de Al Alcorn y se puso con su amigo Steve a ver cómo podían mejorarlo para reducir el número de chips. Aunque Woz lo habría hecho gratis, Steve le había dicho que lo harían como cuando se dedicaban a vender cajas negras, irían a medias con los beneficios por aquello.

Desde luego, el reto era considerable, por lo que Woz se entregó en cuerpo y alma. Por el día tenía que trabajar en HP en su trabajo en la sección de calculadoras, pero en cuanto salía iba para Atari, donde todos por allí estaban ya más que acostumbrados a verle.

Steve continuaba hasta donde podía con las directrices que Woz le daba por el día, por lo que lo primero que hacía era ver los posibles errores que podía haber cometido su amigo y corregirlos, y a continuación continuar con el proceso de optimización.

Así fueron las 72 horas siguientes al momento en que Steve le contó el problema que tenía, 72 horas sin descansar más que para comer, asearse un poco e ir de un trabajo al otro, 72 horas en las que llegó a poner en peligro su trabajo y su propia salud, pero finalmente lo tenían, ya no se les ocurría ninguna manera más en las que quitar ni una sola resistencia. Ya podía descansar Woz con la satisfacción del trabajo bien hecho.

De los 75 chips originales que contenía el trabajo de Al Alcorn Woz consiguió reducirlos a la increíble cantidad de... ¡25 CHIPS!. Jobs corrió a cobrar el premio y le dio la mitad como habían acordado, $350 cada uno, $700 en total. Había sido demoledor, pero había merecido la pena...

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